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No todo es economía colaborativa

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En pleno auge de la economía colaborativa es difícil diferenciar entre aquellas plataformas que practican los principios de este paradigma y aquellas que solo buscan aprovecharse del sistema, de la popularidad y de la confusión para venderse como economías colaborativas cuando no lo son. Vamos a intentar diferenciar los negocios que sí practican este modelo económico de los que no lo hacen siguiendo un listado de premisas que hacen inconfundible a la economía colaborativa.

 

Despejemos las dudas, ¿qué es la economía colaborativa?

La economía colaborativa se basa en “prestar, alquilar, comprar o vender productos en función de las necesidades y no de los beneficios”. Ya hace algunos años en los que se viene practicando en todo el mundo y nació como una nueva oportunidad desviarse del camino insostenible hacia el que caminan algunas sociedades y su cultura del “usar y tirar” que provoca que se la vida útil de los productos sea muy corta.

 

Con el paso del tiempo diferentes plataformas que basan sus principios en este modelo económico han irrumpido en el sector con mucha fuerza y sus prácticas no gustan a todos. De hecho, hay multitud de opiniones encontradas sobre la forma de actuar de algunas de estas plataformas, muchos creen que promueven una nueva precarización de los puestos de trabajo y menos derechos laborables escudándose precisamente en eso, en que son economía colaborativa. Quizás la cuestión resida en el hecho de que algunos de estos negocios se venden como plataformas de economía colaborativa y en realidad no lo son.

 

Aprendiendo a diferenciar las plataformas de economía colaborativa de las que no lo son

 

Adigital y Sharing España publicaron en 2017 un informe en el que detallaban las características comunes de las plataformas de economía colaborativa:

 

  • Funcionan como intermediarias: Posibilitan el intercambio de bienes y servicios.
  • Puede haber contraprestación económica.
  • El intercambio puede darse entre particulares, entre empresas o incluso entre particulares y empresas (pero deben originarlo los particulares).

 

Algunos ejemplos de economía colaborativa serían plataformas para compartir viviendas entre particulares como “Coachsurfing”, compartir coche como “Bla, bla car” o la compraventa de productos de segunda mano como “Wallapop”.

 

 

Proyectos que no son economía colaborativa

 

  • Economía bajo demanda. Plataformas que facilitan que se forme una relación comercial entre los usuarios. Y es que en este caso sí que existe el ánimo de lucro y se aplica la normativa mercantil para regular la actividad.
  • Economía de acceso. Plataformas en las que se puede compartir un producto cuya propiedad es de la propia plataforma. Es decir, la compañía pone a disposición de los usuarios un producto que pueden compartir varias personas.

 

Algunas plataformas que pertenecerían a estos dos grupos y que, por lo tanto, no son economía colaborativa son Uber, Cabify (transporte de viajeros) o Glovo (reparto de comida a domicilio).

El crowdfunding y el coworking, ¿son economía colaborativa?

 

En algunos casos, los límites entre lo que es economía colaborativa de lo que no lo es están muy difuminados y es difícil detectarlo teniendo en cuenta únicamente las características que hemos enumerado anteriormente.

 

Podemos afirmar que también se considera economía colaborativa el micromecenazgo, plataformas online en las que es posible subir un proyecto, ya sea artístico, empresarial, de investigación o de cualquier otro tipo para conseguir fondos para financiarlo. Fondos que se consiguen a través de las donaciones de particulares que a cambio recibirán, en algunos casos, algún tipo de contraprestación. Por ejemplo, en el caso de ayudar para financiar una película se pueden proporcionar pases para el estreno.

 

Pero si hablamos del coworking, en el que se comparten espacios de trabajo entre diferentes profesionales, en su mayoría autónomos, en ningún caso se puede considerar economía colaborativa, ya que el lugar lo proporciona un tercero.

 

 

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